Y anoche nos enteramos del tsunami en Japon … pero llego la madrugada y el reguero de pólvora ya estaba esparcido, alerta en todo el Pacifico Mexicano incluido Mazatlán, entonces empezó el éxodo a las colinas gente de todas las clases sociales corriendo al lado contrario a la costa, esto no es nada nuevo, a continuación les presento una historia exactamente igual ala de hoy pero hace 47 años:
Tomado de http://www.olaverde.org/colectivoEra la tarde de marzo del año de 1964, un viernes de Semana Santa cuando el reloj marcaba las 5:36, un fuerte sismo sacudió el puerto Prince Williams Sound, en Alaska, lo que provocó olas de hasta 68 metros de alto. Era el gran cataclismo vaticinado por el gran escritor francés Julio Verne en su novela El Eterno Adán lo que se aproximaba a las costas del puerto de Mazatlán, México.
Esa madrugada, sobre el cerro Del Vigía, eterno vigilante de estas costas mazatlecas, los estiletes del aparato sismológico de la estación meteorológica del lugar detectaron los movimientos telúricos saliendose repentina y dramáticamente de sus márgenes. El destino de esta pequeña comunidad sinaloense estaba marcado. Un maremoto llegaría en cualquier momento arrasándolo todo a su paso, pues la onda expansiva se propagó por todo el Océano Pacífico y alcanzó al puerto de Mazatlán apenas unas horas después.
El rumor de la llegada de una “Ola Verde” no se hizo esperar. El pánico se apoderó de los Mazatlecos y sus familias, quienes emprendieron su rápida huída hasta la Sierra Madre Occidental en sus automóviles, y los que iban a pié subieron a guarecerse a los cerros cercanos pensando en que la altura de estos los libraría de la ola gigante. Algunos envueltos en el pánico llegaron hasta los poblados serranos de Concordia o Copala, lugares que nos recuerdan indudablemente a los mencionados en la obra de Julio Verne. La ciudad y puerto de Mazatlán antes del amanecer lucía desolada.
Esa historia está en la memoria colectiva de nuestra ciudad y es parte de nuestras vidas.
No cabe duda que todo en esta vida es cíclico y 47 años después seguimos huyendo a las colinas, pero ahora con nuestros Ipods, celulares y toda la tecnología del mundo moderno; pero, al final del día humanos con los mismos miedos, huyendo de los mismos demonios, aferrándonos a salvarnos tal como lo hicieron nuestros padres y abuelos hace 47 años, en las mismas colinas que serán refugio de nuestros hijos y nietos… y así sucesivamente.